La lluvia riega mi mente
con su sonido golpeando al río;
dulcemente, refresca mi espíritu
con su canto renacido;
humecta a la tierra,
otorgándole vida a las plantas silvestres;
ameniza el calor,
en esta Rosario, de febrero ardiente;
las gotas tocan mi piel y como la garza
blanca,
mientras disfruto el presente, medito lo
siguiente:
la lluvia, que antes eran las almas
flotando
en espera renaciente como renacuajos
adolescentes,
ahora es vida en pequeñas simientes al
suelo introducidas;
la lluvia tranquiliza mi cuerpo
con su percusión acuosa, de humedad
sinuosa.
Seba Muzzio.
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