viernes, 27 de enero de 2023


 

La fila para pagar los impuestos, no es la misma

que esta fila de Sauces aquí en la isla;

ellos no esperan pagar nada,

van a regalarnos su savia para calmar dolores

cuando un laboratorio sintetice su magia,

su madera para encender la fogata

cuando en el invierno visitemos su comarca,

nos darán sombra en el verano, refrescando nuestras almas;

alineados de cara al río, nos recibirán, sosteniendo la tierra que viaja,

así crearon este ecosistema, toda esta población islera bajo su benevolencia;

ofrendándonos un paraíso de agua, verde y arena;

para adentrarnos, simbiotizar con respeto y humildad.

 

Caerse en la costa, con la bajante del río tropezarse;

la barranca avanza al cauce, las raíces comienzan a mostrarse;

el sostén del Sauce pierde parte de su materia enraizante, cae al tumbarse,

se hace un árbol acostado, en la playa descansando;

tantos años de bosque y trance,

ahora a renovarse en el final del trámite natural,

ser más grande ocupando el ancho, paralelo al marrón ondularse;

vendrán los pájaros, vendrán los remantes,

algunos se llevarán su basura, otros la dejarán inoportuna

pero no intransmutable, para su verde-capacidad-reciclable.


 

En este bosque de Sauces caídos y Sauces erguidos,

en cada recoveco de él, la vida ha florecido

luego de que el río lo inundara.

Un canal pantanoso y algunas lagunas lo cercan,

marcando los límites de esta verde parcela;

verde, similar a la colonia de hongos que habitan en algunas cortezas,

verdes-fluorescentes se manifiestan en los árboles.

Un grupo de hormigas lleva comida por el tronco;

dentro de un árbol partido una araña construyó su fractal estructura,

trampa para cazar y alimentarse.



 

Siento que estas tierras me llaman, me atraen,
un lazo invisible enraizó en mí;
vuelvo a relajar, meditar, reflexiono sobre su origen,
sus habitantes primigenios-creadores:
los Sauces, luego animales, insectos, otras plantas y los Chanás;
rituales de fertilidad y abundancia, fiestas de comunión isleña;
hoy re-significamos esa magia con amigos, un fogón,
encendemos el despertar de la gran boa espectral;
la brillante Luz sideral bajó hasta aquí,

desde las Pléyades hasta el Humedal,

cubriéndonos con su manta de amor multiversal;
la oscuridad apareció pero fue iluminada y retrocedió;
mi alma recuerda hoy lo negro, lo luminoso;
decide con cual quedarse, con quien aliarse;
acompañada por la Luna, por el Sol 

surfeará la Eternidad circular.

 

Cuando me sirva un mate

disfrutaré su arte de yerba rica y yuyos,

en calabacín, al lado tuyo;

al lado tuyo, Paraná;

por la bombilla de metal sube el agua a mi boca

y por tu cauce, sin final, corre la magia que siembra;

que siembra plantas y ciudad en cada costa, abundancia;

florece una comunidad, ecosistema sin igual;

cebo y cebo sin parar, una playa de Eternidad

para, cada día, despertar; al dios Sol, saludar,

recibir su bienestar en las partes frías de la piel,

en las zonas oscuras del ser;

ser el que comparte “verdes” en la ronda,

la ronda astral él cebará

y, cómo un modelo a escala, nosotros

lo haremos aquí en la fábrica;

en La Fábrica del Sauce.


 

Se dora tu manto en la mañana,

rebotan los rayos hasta mí cara:

es un resplandor claro, no enceguece,

sino que hipnotiza y me llamas, Paraná;

junto al dios Sol me sugieren que suba al bote

y en una remada tranquila, llegue

a la tierra que veo enfrente; tan deseoso

de poner los pies descalzos sobre la playa,

calentar la pava con ramas secas desperdigadas;

tomar mate, ponerle paico y salvia mentolada,

amenizar así la charla con un amigo, con un islero,

con algún pájaro: el carpintero, ahora, golpea los troncos;

sonido que se mezcla con el viento

y pasa una lancha, y pasa el momento,

y pasa un barco y el fuego revive,

se viene un asado; quizás me amotine

aquí en la isla, levante una casa con maderas y sueños

o solo arme mi carpa y me sumerja en el cuento;

un fin de semana no alcanza, el final siempre queda abierto.


 

Me inspiro estando a orillas del río,

me inscribo como ser vivo;

en su serpentoso caudal lleva sueños,

semillas de destino,

yendo en el bote las veo pasar:

de ipomeas, Sauces, girasol, espinillos;

bajo un atardecer violeta-rojizo,

el Humedal las plantó en los pliegues de mi mente,

en la isla verde-marrón.


  La fila para pagar los impuestos, no es la misma que esta fila de Sauces aquí en la isla; ellos no esperan pagar nada, van a regalar...