Si el viera a estas hormigas,
se las llevaría a su casa,
duende de la Pacha;
si el viese a la mantis,
camuflada en las plantas,
la saludaría, recibiría
su augurio de bonanza;
si el supiera adónde ir, elegiría
una isla del Humedal,
allí haría su hogar:
madera y savia floral
para unir las comisuras
de este mundo y su espejo,
una puerta diminuta
que se expande, casi absoluta,
dejando entreabierta la duda
de la “realidad” y la
“locura”,
bordeando el abismo,
viendo toda su espesura,
abrazándome al cariño
de la Pacha y su hermosura,
la calidez del encuentro
y los guiños del cuento,
que brilla y me electriza,
haciéndome parte
de la conducción de la
energía,
sostén del relato, retrato
del yoga inducido
por la cizaña purpúrea,
bajo la nueva Luna.