Veo pasar a los pescadores,
encima la Luna enciende motores
poéticos-soñadores,
de atardeceres púrpuras-mitigadores
de toda tristeza o asunto irresuelto;
la arena y el río diluyen
la ansiedad de este tiempo
cotizado
y el Sol me ha dejado
el corazón prendido
para amar el designio:
acariciar este pino, tan lindo,
con hojas agujas, verdes-oscuras,
que cuando el viento acaricia,
ellas susurran, silban la melodía,
el canto de las Casuarinas.
La Luna en lo alto
sigue cantando,
las nubes se alejan, bailando
y una gaviota solitaria
hacia el norte remonta,
también las palomas
y una ratona (tacuarita chillona)
frente a mí musicaliza,
con su píar afinado,
este ocaso desdibujado,
ahora es puro brillo,
con un coro
de chicharras y grillos
y esta brisa que acuna
a los Sauces, a toda criatura;
en la costa contemplo como baja
una pájara nocturna
y los barcos se mecen
en su cama de agua
(vena de Gaia),
mi deseo crece:
cada día mirar
de frente al Paraná.
Seba Muzzio.
encima la Luna enciende motores
poéticos-soñadores,
de atardeceres púrpuras-mitigadores
de toda tristeza o asunto irresuelto;
la arena y el río diluyen
la ansiedad de este tiempo
cotizado
y el Sol me ha dejado
el corazón prendido
para amar el designio:
acariciar este pino, tan lindo,
con hojas agujas, verdes-oscuras,
que cuando el viento acaricia,
ellas susurran, silban la melodía,
el canto de las Casuarinas.
La Luna en lo alto
sigue cantando,
las nubes se alejan, bailando
y una gaviota solitaria
hacia el norte remonta,
también las palomas
y una ratona (tacuarita chillona)
frente a mí musicaliza,
con su píar afinado,
este ocaso desdibujado,
ahora es puro brillo,
con un coro
de chicharras y grillos
y esta brisa que acuna
a los Sauces, a toda criatura;
en la costa contemplo como baja
una pájara nocturna
y los barcos se mecen
en su cama de agua
(vena de Gaia),
mi deseo crece:
cada día mirar
de frente al Paraná.
Seba Muzzio.
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