La garza blanca, con su cuello “ese”, dice,
dice: “sigue mi vuelo, te llevaré
hacia el mágico misterio, pueblo islero
dónde te reencontrarás con tu ser primigenio”
que es el todo, atado, en una fibra de Eternidad
ondulada como un espejo, entre el río y la vía láctea,
mojando los sueños de amantes despiertos,
vislumbrando en lo incierto de esas entrañas sin fin,
mirándose por dentro, amando el alrededor y todas
las pequeñas cositas, como flores silvestres entre
las matas del césped, brillando a escala de la totalidad.
La garza sólo quería volar, pescar y contar cuentos,
yo, sólo quería remar, nadar en el Paraná, acoplarme
a la fauna y la flora, los personajes del lugar.
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