El
río expresándose en su lenguaje de olas,
suaves,
llegan a la costa; para acariciar la playa
y
nuestras almas, con su arrullo de agua;
la
vitalidad inicial lleva el cauce, en sus entrañas;
un
biguá se impregna de la terrosa sustancia;
el
día se hace viento que crece, creando nuevos acordes,
entre
las hojas de las casuarinas,
que
componen la nueva canción, sublimada en el sueño:
como
ese negro cormorán ribereño, me veo en el Paraná
riendo
y fluyendo hacia el Humedal y su nervio central.
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