Marinero aprendiz, transité los rápidos,
el río picado hacia las cataratas,
cayendo al vacío, el lecho de la vertiente
me atajó en su colchón de agua;
igualmente prefiero riachos de olas mansas
como el Lechiguanas; jugar toda la tarde
tirándonos al cauce, chaleco salvavidas,
caminamos río arriba, chapuzón de alegría,
la corriente nos devuelve al campamento,
para volver a repetir la vueltita:
orilla contracorriente a pie, zambullida,
flotando, río abajo hasta nuestro árbol;
risas y Sol, irupé y laguna, encuentro fortuna;
canción de la Luna, florece el amor
en forma de amistad, siempre florecerá;
isla Charigüé, aquí todo va bien, volveré
a visitarte en esto bello arte de remo por
el Paraná grande hacia el sur, dejándome
llevar hasta la entrada de Los Marinos,
barcazas estacionadas; me curvaré
por la otra costa, dónde en bajante,
está esa playa virgen o llena de alisos,
buena parada para ir preparando el cruce
del Paraná Viejo y embocarle a esa entrada
camuflada, serpiente ondulada
que da vida a la comarca de un cuento
ilustrado por Raúl Domínguez; morador y pintor
de su flora y su fauna, de sus habitantes:
todos los personajes que la hacen brillante;
mi destino será, bajo un gran timbó ubicado,
antes que el brazo de agua Lechiguanas
se ramifique, dando vida al Lechiguanitas
correntoso, hacia una laguna que nunca visité.
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