El rezador peregrinó, cargó el bote,
lo arrastró por la playa,
hacia el Paraná se encomendó,
brazos abiertos Humedal,
carne de arcilla y arena,
aquí voy a enraizar como un ceibo,
ondulándose hacia la eternidad,
reloj de Luna, reloj de Sol,
se abre el portal, miro dentro
y el reflejo del tiempo
me ciega para pensar,
recabar la materia prima,
empezar a crear,
casa de orquídeas y helechos,
mi pagoda nómada, isla y ciudad;
enfocar la imaginación,
en cada ramificación descarrilar,
arterias de agua, corazón – divinidad
siempre latiendo, bombeando la transmutación
de alma a nube, germinar,
de savia tú engranaje espiritual,
de allí vuelta hacia el tejido multiversal,
una y otra vez,
otra vez una estrella guiándote
hacia la cura, hacia la dulzura
del bosque que cultives.
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