Los coprinos
escondidos, tras las pasturas,
al pie del Sauce,
blanquecinos;
los equinos,
pastando, en la otra costa del río;
alguien que
grita: “la pucha que vale la pena
estar vivo”;
es domingo, isla
y Sol, agua del Paraná
para estar
fresquitos, compartiendo con amigos
un almuerzo,
charla, mates, el musical
de los pajaritos,
al despertar;
es la casa de la
iguana, que nos reclama
“carne o de aquí
se marchan”,
es el hogar de
luciérnagas y de tal abundancia
en diversidad y
espesura de vida,
que con respeto
vinimos;
sinfonía anfibia,
en la nocturnidad,
nos reconecta al
designio
de la Pacha y
nuestro actuar,
de lo lindo de
estar vivos,
como dijo el
navegante vecino,
al abrazo tibio
de las islas-Humedal;
el cemento
problematizará lo simple
más allá de
brindar comodidad,
pero el
equilibrio en el mixturar
será la cocción
del plato más rico.
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