Se
dora tu manto en la mañana,
rebotan
los rayos hasta mí cara:
es
un resplandor claro, no enceguece,
sino
que hipnotiza y me llamas, Paraná;
junto
al dios Sol me sugieren que suba al bote
y
en una remada tranquila, llegue
a
la tierra que veo enfrente; tan deseoso
de
poner los pies descalzos sobre la playa,
calentar
la pava con ramas secas desperdigadas;
tomar
mate, ponerle paico y salvia mentolada,
amenizar
así la charla con un amigo, con un islero,
con
algún pájaro: el carpintero, ahora, golpea los troncos;
sonido
que se mezcla con el viento
y
pasa una lancha, y pasa el momento,
y
pasa un barco y el fuego revive,
se
viene un asado; quizás me amotine
aquí
en la isla, levante una casa con maderas y sueños
o
solo arme mi carpa y me sumerja en el cuento;
un
fin de semana no alcanza, el final siempre queda abierto.
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