Las acacias, ojos del monte, mueven sus fauces en la oscuridad;
alisos y sauces, salvias y cardos van a bailar,
ondulándose, en trance, al ritmo Humedal;
un curupí está por tumbarse, le pido que aguante, lo voy a mimar
besando su tronco, poniéndole barro en su herida.
Los grillos saludan, de pasto en pasto se van a perder
en la densa espesura de todo el verde,
mariposas y polillas diurnas acompañarán,
moscas y mosquitos, hormigas no van a faltar.
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