Corazón de palta, cerebro de nuez,
besos de naranja, piel de laurel;
bordeadora, hago pie;
mis brazos como tijeras
de podar, incansables;
voy como escultura-collage,
pegado con flores y savia
adherida en las finas comisuras,
industriales-naturales, de mi ser;
bordes de cosas “opuestas”, en mí
desembocaron sus propuestas,
tomo lo que me sirve para hacer
lo imposible: mantenerme y soñar,
hacer brotar las alas, preparar la nave,
tener varias alternativas para volar;
la nave será nube o dragón,
un árbol caído; conecto mis fibras a él,
despego hacia lo eterno, a la sinrazón
de ver cómo es y nunca saber ese final;
en el agua mi bote, madera de cedro
y un timón-amigo o sólo habré partido,
madera que necesita un corazón
que la humedezca y así activar su motor;
por el río y el cosmos navegar la Eternidad,
más acá las islas del Humedal;
mi vehículo terrenal: una bici con canasto
y un carro que adapto con una tuerca,
tres arandelas y una traba, eso marca la diferencia:
poder cargar mis herramientas e ir por el pan,
poder traer montón de plantas,
hierbas, frutos, macetas encontradas;
si no trabajo, voy solamente con la “inglesa”
de aquí para allá, por la ciudad cantando al viento;
el pedalear, engranaje musical, cadena de ritmo,
moviendo los versos, haciéndolos sonar;
estribillo continuo como un giro en espiral,
rezo y diversión, oráculo y canción.
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