Naranjas y laureles, cargan mi carro,
ofrendas de los vergeles;
el Sol filtrándose por la frente dejará resabios
que harán crecer las ganas, disolverán amarguras,
un manantial fluirá desde la casa del alma
hacia todos los riachos de la máquina.
Naranjas y laureles,
nutrientes y sabor, aroma y dedicación;
“piantao” estaba y agarré el timón:
jardines, remo y poesía, río e isla,
canción de Luna, canción de Sol;
pincelada de estrella fugaz,
un tajo en la Eternidad, sangra fluorescente;
sus semillas de creación y amor,
de compost y continuidad;
fecunda a mi corazón
y al lecho del lago donde cayó.
Naranjas y laureles, la salud proveerse,
orgánicos placeres en huertas de ciudad;
unos años y la abundancia llegó:
los frascos y la alacena se llenaron,
los cultivos se diversificaron;
más colores, más sabrosa y completa la mesa,
más brillosa y alegre esta vida;
toma y da, en los surcos nacerá un mañana.
Naranjas y laureles, cargaré en mi carro,
de los huertos de mis clientes;
mano verde y contemplación
serán mis timoneles,
rodando de jardín en jardín,
acariciando a perros, plantas y gatos,
charlando con los vecinos,
compartiendo la flor de la beatitud
con la gente en las calles;
volviendo, tranquilamente, al hogar
con la paga y más: decenas de naranjas,
ramadas de laurel, mata de citronella con raíz,
brotes de malvón, maceta cónica encontrada,
frutos de banano de la zona.
Naranjas y laureles,
trazos de pinceles creando la rutina,
haciéndola linda como una obra de arte;
oleos voluminosos para todo instante;
efecto dominó,
se cae dentro mío la ficha del amor;
dejo de idealizar, comienzo a trabajar
movido por su fuerza sanguínea-estelar;
reacción en cadena,
el multiverso se pone a mi favor,
si no hago nada para impedirlo, será mágico;
la clarividencia y la sincronía
junto al dèjá vu y la intuición
serán más usuales formas de saber,
que todo va bien:
Cuando me equivoqué, alguien me ayudó
y ya me levanté, no lo olvidaré;
intentaré alinearme, por vos pediré,
mi mano siempre está si la necesitas.
Naranjas y laureles, voy de nuevo,
en los vaivenes de mi pedalear
se conjugarán con las herramientas
y mi cuerpo en espiral;
con un pie en el cielo y otro en la tierra,
para formar la nave que en el desierto vague,
buscando la flor, oculta en el “yo”;
conexión con el “somos”, somos orbes de Luz
flotando en la copa de los árboles más altos,
mirando con aprecio a ángeles subiendo,
humanos desatados, del velo que han puesto:
negación del amor, irradiando del pecho hacia toda
entidad;
después que lo viví, me tengo que acordar,
ponerlo en práctica si empiezo a tropezar.